Huida hacia el sur by Sławomir Mrożek

Huida hacia el sur by Sławomir Mrożek

autor:Sławomir Mrożek [Mrożek, Sławomir]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Humor, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 1961-01-01T00:00:00+00:00


Así supo que el simio, que sabía moverse entre las copas de los árboles con la misma o, tal vez, con mayor agilidad que sobre el suelo, había recurrido a esta habilidad inmediatamente después de haber abandonado el coche. Escondido en un pino junto al camino, vio cómo Mef Kovalsky, tras una persecución infructuosa, echando sapos y culebras por la boca, se subió al vehículo recuperado y se marchó. Los faros del coche le permitieron observar la escena; en cambio, la fuga de sus amigos permaneció oculta en las tinieblas de la noche. Solo cuando se disiparon, el simio, saltando de un árbol a otro, pudo inspeccionar la zona; de este modo, encontró al Gordo en el patio del banquete. Sabía también dónde estaba el Mediano. Sin embargo, no tenía constancia de la suerte que había corrido el Flaco.

—Escucha —decía el simio—, mi plan es el siguiente: bajarás del árbol y te quedarás un poco más para no levantar sospechas. Mientras, yo iré a liberar al Mediano. Tu tarea será tomar prestado, por supuesto sin que lo sepa nadie, uno de los coches de caballos de la boda. Irás por la carretera hasta el lugar en que empieza el oquedal. Allí te esperaremos el Mediano y yo. Tal vez el Mediano sepa algo del Flaco. Y después, a todo galope hasta la estación de tren más próxima. Tenemos que salir de una vez de este lugar.

El Gordo, aunque reticente, accedió, pues era la única manera de poder seguir el viaje. Y es que aún permanecían peligrosamente próximos a su pueblo natal. Estrechó la hirsuta pata de su amigo y con su ayuda descendió al centro de la boda.

Aquello sí que era una fiesta. Sobre los bancos, limitándose a observar a los bailarines, descansaban los que ya no podían bailar a causa de las heridas punzantes o los cortes recibidos en las piernas; brindaban con ánimo y jaleaban. Los que, con más suerte, solo habían recibido golpes de cintura para arriba, sin daño en la pleura o en el pericardio, brincaban alegres durante los obérek[1]. No tenían fin los cantos, las bromas ni el vocerío. Al novio lo apalearían cuando volviese de la iglesia, lo contrario hubiese supuesto golpearlo aún sin el sacramento, o sea, en pecado. El Gordo intentaba pasar desapercibido, aunque la sala, donde había mesas cargadas de todo tipo de comida, lo atraía con fuerza. Sobre todo porque quedaban muchos manjares que los invitados, quienes en su mayoría tenían ya los dientes rotos, no podían comer con facilidad, aunque lo compensaban con la bebida.

Pero volvamos a aquella fatal noche, cuando los fugitivos perdieron el coche y se dispersaron por el bosque.

El Mediano, igual que los demás, huyó a ciegas, pero la casualidad hizo que se adentrase cada vez más en un bosque, alejándose del pueblo. Al rato, cuando vio que el viejo Mef ya no podía darle alcance, dejó de correr, lo que de todas maneras se le hacía difícil entre la maleza.

De pronto vio a lo lejos una luz.



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